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Cama, pieza de mobiliario que sirve para descansar o dormir en ella. Por lo general consta de un armazón, o estructura de apoyo, y de un colchón.

 

LA CAMA EN OCCIDENTE

Existen bastantes indicios de que las camas eran usuales entre la clase gobernante de Egipto, Babilonia y Persia. Entre 1575 y 1075 a.C., la cama egipcia tenía un rebuscado pie decorado con tallas, dorados e incrustaciones. No tenía cabecera, salvo un simple apoyo. Después del siglo VII a.C. los armazones y canapés griegos se convirtieron en importantes piezas del mobiliario, e iban tallados o chapados con marfil, carey y metales preciosos, y algunas veces llevaban patas de plata u oro macizos. Además tenían una sencilla estructura de muelles, que consistía en tiras de cuero entrelazadas. Los etruscos hicieron también lujosas camas parecidas a las de los griegos. En sus tumbas se han encontrado dos armazones funerarios chapados en marfil de los siglos IV y III a.C. Hasta la disolución de la República las camas romanas se caracterizaban por su gran sencillez. Después sobrepasaron en esplendor a las persas, griegas y etruscas. A finales del siglo I d.C., se extendieron hacia Renania versiones más sencillas de las camas o canapés romanos. Sin embargo, en aquellos tiempos las camas todavía eran un lujo para la mayoría de la gente.

En la Europa del siglo VIII, durante el periodo de Carlomagno, se realizaron camas de tubos de bronce. Durante los siglos XII y XIII prácticamente todos los castillos y mansiones señoriales tenían camas, pero los dormitorios entendidos como tales no se configuraron hasta el siglo XVIII. Hasta ese momento, en todos los hogares, las camas simplemente estaban en lo que se denominaba sala y se utilizaban durante el día como divanes. Por la noche se separaban con cortinajes para evitar las corrientes y conseguir una alcoba dentro de otra. De esta forma apareció el dosel que se sujetaba al techo o de las paredes, o colgaba de un armazón que se apoyaba en cuatro postes colocados en las esquinas de la cama. Este tipo de cama era de madera tallada con decoración pintada y se protegía del polvo, los insectos o las miradad indiscretas con unas cortinas laterales. Durante la edad media las colgaduras indicaban la posición económica, y las de la clase acomodada a menudo estaban primorosamente bordadas. Las camas fueron aumentando paulatinamente de tamaño y riqueza hasta que, hacia el siglo XV, adquirieron proporciones enormes, en particular entre la realeza. A finales del siglo XVI los hogares de la clase acomodada de Alemania, Holanda y Suecia tenían magníficas camas talladas que se empotraban en las habitaciones. Los más humildes se conformaban con camas armario, cerradas por puertas —costumbre que perduró en el norte y oeste de Europa hasta el siglo XIX.

La cama con dosel, incluido el cortinaje, siguió siendo habitual mucho tiempo después de que se pusieran de moda los dormitorios. En el siglo XVIII se utilizaron distintos tipos de madera —caoba, roble, haya y nogal— y se puso de moda un estilo de tallado más fino. De hecho, fue durante los reinados de los reyes franceses Luis XIV, quien tenía en su haber 413 camas de todo tipo, y Luis XV, cuando la técnica de la construcción de camas refinadas alcanzó su apogeo, combinando diseños elegantes, adornos fantásticos y bello colorido. Los más pobres tenían otros acomodos más elementales para dormir, que iban desde el suelo hasta colchones o jergones de pelo de caballo o paja, que se podían poner sobre un sencillo y estrecho armazón de madera. Los bebés normalmente dormían en un carro pequeño con tres ruedas que se ponía debajo de camas grandes.

La ostentación exagerada, que caracterizaba las camas de épocas anteriores, fue desapareciendo cuando se empezaron a fabricar camas en serie al alcance de todas las clases sociales. El armazón de hierro fue introducido por los franceses a finales del siglo XVIII y se erigió como modelo en muchos hogares europeos. Las camas de latón, que ya resultaban más atractivas, se hicieron en Inglaterra hacia 1830 y perduraron hasta comienzos del siglo XIX. La cama diván actual, introducida en la década de 1930, acabó con la necesidad del armazón, ya que se prescindía de la cabecera y el pie (las pieceras). La comodidad y la sencillez siguen siendo lo que más se tiene en cuenta en los diseños modernos.

CAMAS NO EUROPEAS

Fuera de Europa las camas han adoptado formas distintas. Su evolución está menos documentada que la de sus homólogas europeas pero parece que han sufrido menos cambios con el paso de los siglos. Los maoríes neozelandeses, por ejemplo, dormían según la tradición en esteras hechas de cortezas de madera, mientras que las camas japonesas constaban de un simple colchón (futón) que se apoyaba bien en el suelo sobre tatamis o bien en una plataforma baja de madera. La cama japonesa, asimismo, podía tener una cabecera de madera que soportaba la base del cráneo de quienes dormían en ellas de manera que no se estropearan los complicados peinados que llevaban. Esto también ocurre en las camas de las islas Fiji.

En Nueva Guinea las camas eran de madera y tenían cabeceras talladas con cabezas humanas. Algunas tenían dos pares de ojos para poder vigilar a los espíritus malvados que, según creían, penetraban en la cabeza del que estaba durmiendo. En algunas zonas de África ocurre lo contrario, y el pie es la parte más importante de la cama. Entre las tribus yombe y las de la República Popular de Congo era costumbre que las mujeres solteras durmieran en una cama en la que el pie representaba a una mujer con su prometido y su tío, que era el encargado de negociar las condiciones de su boda.

En el continente americano, los dibujos de los códices prehispánicos de México y los relatos de los cronistas hispanos de la época de las conquistas, se refieren a dos elementos básicos que existían —y aún subsisten— para dormir: el petate y la hamaca. Pétlatl (y de ahí petate) es una palabra náhuatl que designa una estera hecha de tiras entretejidas de hojas de palma que sirve para sentarse y acostarse sobre ella, así como para tapizar muros y suelos. Sobre el significado de petate en América Latina, se sabe que esta voz se conoce en todo el continente hispanohablante, pero no se usa en países como Uruguay, Paraguay, Argentina o Colombia, excepto en frases o modismos.

Hamaca es una palabra que proviene del taíno, el arahuaco de las Antillas, y que fue difundida por los españoles a su llegada al continente. Describe un lecho colgante, generalmente de red, con una malla abierta y suelta y, algunas veces, hecho con un lienzo de tela. Las hamacas se tejen con hilos de uno o varios colores que pueden ser de seda, algodón, fibras de pita o agave, henequén y, últimamente, con materiales sintéticos. En países como Nicaragua, Costa Rica, Panamá, República Dominicana, Puerto Rico, Perú, Venezuela y Colombia se conoce a la hamaca como chinchorro, un término que posiblemente deriva del quechua chunchulli, ‘tripas menudas’.

Muy común en pueblos y ciudades ha sido también el catre de tijera que se compone de dos largueros y cuatro pies cruzados sobre los que se apoya cuando se despliega. El lecho suele ser de tela resistente o de cuerdas entrelazadas. En las grandes estancias ganaderas de Argentina se ha utilizado tradicionalmente el catre de cuero.

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