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El
Diseño Industrial es una disciplina que
busca crear soluciones formales y funcionales por medio de objetos
que se relacionan directamente con el usuario y el contexto los
cuales pueden llegar a ser producidos industrialmente.
Es
una disciplina que busca resolver problemas de una manera creativa
y siempre mirando hacia el futuro. Lo que establece una estrecha
relación entre el medio ambiente (contexto), los objetos
y la gente siempre teniendo en cuenta los factores estéticos,
formales, funcionales, económicos, técnicos, sociales,
ergonómicos y de uso.
Es
una disciplina que al combinar todos los aspectos antes mencionados
se convierte en el desarrollador de sociedad, donde el objeto
hace referencia a lo que es en realidad el hombre.
Si
quiere comentar o complementar esta definición, escribanos
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Las
subsecciones que encontrara en ésta sección estaran
enfocadas a resolver dudas y dar consejos y opiniones acerca de
sistemas objetuales y derivados del diseño industrial.
Diseño
industrial disciplina que trata de la concepción
formal de los productos manufacturados. En consecuencia, debe
ocuparse del aspecto estético, de su eficiencia funcional
y de la adecuación productiva y comercial.
El diseño industrial es una actividad que incluye una amplia
gama de procesos creativos y sistemáticos.
APLICACIONES
DEL DISEÑO INDUSTRIAL
Las
nuevas tecnologías basadas en diseño asistido por
ordenador o computadora (CAD/CAM)
proporcionan numerosas oportunidades para responder inicialmente
con la simulación a las necesidades y deseos de las personas
y reevaluarlos; incluso pueden estimular necesidades y deseos
no percibidos. Pero la tecnología debe formalizarse en
productos comerciales: el diseño industrial, desde su doble
capacidad expresiva y funcional, se ocupa de proyectar los objetos
que se pueden fabricar a través de un proceso industrial.
La producción en serie exige que los productos tengan un
elevado volumen de demanda; para ello, un producto debe atraer
a un número de personas suficientemente amplio (un grupo
de mercado), por lo que tiene que tener atributos y ventajas sobre
el artículo de la competencia con el fin de inducir a su
compra y satisfacer al cliente que lo adquiere. Entre estas ventajas
pueden estar el ahorro de tiempo y energía en una tarea
determinada, el ahorro financiero, una mayor seguridad para el
usuario en comparación con otros modelos, o el prestigio
asociado a la propiedad. A los diseñadores de productos
con experiencia se les pide con frecuencia que actúen como
intérpretes de la cultura contemporánea, además
de desempeñar otras funciones más orientadas hacia
el fabricante.
A
los industriales les compensa invertir en un desarrollo cuidadoso
del producto antes de lanzarlo a un mercado determinado. Descuidar
esta fase previa puede provocar fracasos muy costosos, como la
devolución de un producto por defectos de seguridad, o
un volumen de ventas muy bajo. El diseño industrial es
un aspecto del desarrollo de productos, y está muy vinculado
a la fabricación, la ciencia
y tecnología de los materiales, el marketing, el empaquetado
y la ergonomía. Todo el proceso de desarrollo de productos
es cada vez más multidisciplinar.
No
es frecuente que se pida a un diseñador industrial que
invente un producto nuevo. Por lo general, trabajan junto a otros
especialistas para desarrollar productos como electrodomésticos
y mobiliario, equipos deportivos
(yates, ropa especializada o raquetas), material técnico
(cámaras fotográficas o reproductores de discos
compactos), equipos de investigación (para mediciones y
análisis técnicos) o vehículos (trenes, automóviles
o bicicletas). También
pueden estar involucrados en ciertos campos de la decoración
de interiores (por ejemplo, el diseño
de vitrinas, escaparates
y exposiciones). Un signo
de la importancia de esta disciplina es que numerosos fabricantes
desean contratar a diseñadores industriales dentro de sus
equipos, ya sea como consultores o como miembros de la plantilla.
Cuanto más directo es el contacto de un producto con sus
usuarios, mayores oportunidades tiene el diseño industrial
de intervenir. Por ejemplo, el diseño, desarrollo y fabricación
de productos de consumo, así como su empaquetado,
entran dentro del campo del diseñador industrial, mientras
que el proyecto de la caja de cambios de un automóvil o
el desarrollo de piezas de aviones pertenecen al ámbito
de la ingeniería. Los diseñadores industriales se
ocupan cada vez más de la interacción entre las
personas y las cosas y de la interacción entre distintas
disciplinas. Los programas informáticos o los manuales
de instrucciones son un buen ejemplo de productos en los que los
diseñadores industriales pueden trabajar junto a informáticos,
diseñadores gráficos
y expertos en ergonomía para desarrollar instrucciones
y programas claros, lógicos y fáciles de usar, que
constituyen la interacción entre usuarios y productos.
En
la actualidad, el diseño de un bien u objeto lleva también
consigo una certificación de calidad que asegura que tanto
el proceso de diseño como el de fabricación del
producto responden a unos criterios de calidad integrales. La
certificación de calidad la otorgan las instituciones acreditadas
para ello: los respectivos organismos nacionales de normalización
(en España, por ejemplo, AENOR, Asociación Española
de Normalización y Certificación), coordinados por
la ISO, el organismo internacional de normalización.
La
profesión de diseñador industrial es reciente. Sin
embargo, desde 1945 ha habido una tendencia a la especialización.
En la industria automovilística, por ejemplo, un diseñador
industrial puede limitarse a producir conceptos para la carrocería
o el interior. En otros ámbitos, sin embargo, sobre todo
en pequeñas empresas, el fabricante puede confiarle la
coordinación de una amplia gama de responsabilidades, entre
las que pueden figurar el diseño, producción, empaquetado
y exposición de
un producto.
MÉTODOS
DE DISEÑO
Como
el diseñador industrial se enfrenta a muchas demandas que
entran en conflicto entre sí, los métodos de diseño
industrial son muy variados. Puede ser que un producto necesite
una forma expresiva para encarnar su idea, o una textura o color
determinados (que transmita una impresión de solidez o
delicadeza, por ejemplo); puede tener que comunicar información;
es probable que tenga que ser fácil de mantener y reparar;
debe poder fabricarse de forma económica y con el coste
ecológico más bajo posible, y tiene que tener un
aspecto y precio atractivos una vez enviado a las tiendas y comercios.
El enfoque y métodos empleados en el diseño industrial
tienen que responder a una gama muy amplia de intereses y preocupaciones,
por lo que es inevitable que los criterios entren en conflicto.
Esto hace que el diseñador industrial deba tener algo de
los conocimientos, sensibilidad y competencia del ingeniero, el
artista, el científico, el economista y el sociólogo.
El
diseño industrial es un proceso de compromisos. Aunque
los que se dedican a él tratan de definir un problema específico,
o encargo, su habilidad reside en poder acumular los conocimientos
adecuados en el marco de una estrategia creativa y dentro de plazos
realistas. Cuestionar algunas suposiciones puede ser tan importante
como identificar necesidades, porque puede llevar a soluciones
auténticamente innovadoras. Esto, a su vez, puede dar a
una empresa ventajas significativas sobre sus competidores. Muchos
diseñadores, entre ellos los industriales, se refieren
a este proceso como modelización (establecimiento de modelos).
La
mayoría de los trabajos de diseño industrial comienzan
con un encargo, donde se describe a grandes rasgos desde el punto
de vista del cliente el trabajo que debe realizarse, con sus parámetros
y plazos. Esto permite una discusión concreta entre diversos
especialistas y, después de un periodo de investigación,
es frecuente que se redefina. Muchos productos innovadores se
deben a una interpretación creativa de los encargos de
diseño. Los datos de marketing o mercadotecnia, el análisis
de los productos de la competencia o la investigación
ergonómica contribuyen a concretar un encargo.
La
planificación y la gestión de los proyectos también
son vitales. Las grandes empresas, como Sony Corporation, el gigante
japonés de la electrónica, pueden estar trabajando
de modo simultáneo en cientos de proyectos de diseño
industrial. Los diseñadores modelan rápidamente
sus ideas en dos dimensiones (mediante dibujos y esquemas) y en
tres (con madera, escayola o espuma rígida). Estos modelos
facilitan que otros especialistas, ejecutivos, o incluso consumidores
(en las llamadas pruebas de usuario), además del propio
equipo de diseño, puedan examinarlos y evaluarlos. Después
de este primer esquema, se incorporan nuevas investigaciones sobre
materiales, costes o producción al desarrollo creativo,
con el fin de considerar las ideas más viables. Sólo
entonces pueden construirse maquetas o prototipos más elaborados
para su evaluación final por el cliente o la alta dirección.
Antes de iniciar la fabricación del producto hay que detallar
de modo exhaustivo su especificación y análisis
de costes.
Hoy
las computadoras ocupan un lugar significativo en el diseño
industrial, y han reducido mucho el tiempo de desarrollo. Es posible
generar rápidamente imágenes fotográficas
muy realistas de los productos propuestos. Los tradicionales métodos
artesanos para crear los modelos están siendo sustituidos
por las rápidas tecnologías que permiten la realización
de proyectos con los que poder construir directamente modelos
tridimensionales utilizando herramientas controladas por computadora,
a partir de dibujos realizados mediante diseño asistido
por ordenador. Los efectos de simulación permiten obtener
modelos muy próximos a los reales, incluso predecir todas
las características técnicas y estéticas
mediante la tecnología informática, utilizando programas
de animación y simulación. Los ordenadores también
permiten la planificación, coordinación e interacción
de equipos multinacionales de diseñadores a través
de las videoconferencias.
EVOLUCIÓN
DEL DISEÑO INDUSTRIAL
El
diseño industrial es un fenómeno vivo y dinámico.
En cualquier reunión de diseñadores industriales
podrían escucharse opiniones muy diferentes sobre los comienzos
de la disciplina, sus influencias y sus prioridades. Sin embargo,
hay dos raíces que nadie discute. Una de ellas parte de
la mercadotecnia y la explotación del diseño industrial
para aumentar las ventas de un producto y el volumen de operaciones
de una empresa. La otra, que constituye un punto de partida histórico
más apropiado, es más abstracta, y se centra en
el papel que desempeñan los seres humanos en una sociedad
industrial, que incluye la búsqueda de formas estéticas
apropiadas y mejora de los productos existentes, en una era tecnológica
que avanza a gran velocidad.
Diseño y reforma social
La
Revolución Industrial, que comenzó en el siglo XVIII,
hizo que se pasara de la producción individual a la división
del trabajo en las fábricas. Para los obreros, las condiciones
de trabajo eran peligrosas y sucias, y no fomentaban ningún
sentimiento de orgullo por el trabajo realizado. Se producían
muebles, cuberterías y textiles, destinados a atraer a
una nueva clase media urbana que mostraba un gran interés
por este tipo de productos y por otros más baratos. En
el siglo XIX, una serie de críticos y reformadores eminentes,
como los británicos John Ruskin o William Morris, encontraron
vínculos claros entre los sistemas industriales de fabricación
y la pobreza de relaciones entre la sociedad y sus objetos cotidianos,
caracterizados por la impersonalidad de las máquinas que
los generan. La Gran Exposición celebrada en el Hyde Park
londinense en 1851 sirve con frecuencia para ilustrar este debate
porque presentó una gran variedad de objetos y máquinas
de muchos países entre los que predominaban las recreaciones
históricas carentes de espíritu, y tan ajenas a
la lógica industrial como próximas al decadente
gusto burgués.
Entre
los reformadores británicos y del resto de Europa se creía
cada vez más que el diseño para la industria era
una preocupación social fundamental, una cuestión
de política nacional y de educación. Esta convicción
caracteriza el debate del “diseño para la industria”
que tuvo lugar a finales del siglo XIX y principios del XX.
El
establecimiento de escuelas de diseño, como la Central
School of Arts and Crafts, fundada en 1896, fue uno de los primeros
intentos de desarrollar una comprensión crítica
de los objetos y la arquitectura. El gobierno alemán fomentó
la cooperación entre artistas, fabricantes y vendedores
a través del Deutscher Werkbund (Asociación Alemana
de Artesanos, fundada en 1907), y uno de los miembros de esta
organización, Peter Behrens, puede considerarse uno de
los primeros diseñadores industriales propiamente dichos,
al colaborar con la empresa alemana AEG. El polémico debate
de la Werkbund, que continuó con la escuela de diseño
de la Bauhaus (fundada en Weimar en 1919), se centraba en las
relaciones entre las sensibilidades artísticas y artesanales,
el aprovechamiento de la máquina, el uso de nuevos materiales
en arquitectura y el diseño para la producción industrial.
La pureza formal del movimiento moderno (que se aprecia especialmente
en la obra de arquitectos como Le Corbusier o Ludwig Mies van
der Rohe) tuvo una importante influencia en la naciente disciplina
del diseño industrial.
Los
países escandinavos, con una gran tradición artesana
y una industrialización tardía, demostraron que
el diseño industrial (aplicado a muebles, textiles y productos
de consumo) podía combinar los ideales modernistas de la
producción en serie, la decoración y las formas
directas con los factores humanos sutiles, el conocimiento de
los materiales y la facilidad de comercialización. El finlandés
Alvar Aalto, el sueco Bruno Mathsson y el danés Arne Jacobsen
se hicieron famosos por sus diseños funcionales de aspecto
sencillo. Durante la década de 1950, el estilo escandinavo
tuvo una gran influencia en el diseño industrial internacional.
Uno
de los fenómenos más paradigmáticos de la
importancia económica del diseño industrial fue
el que se produjo en Italia tras la II Guerra Mundial. Allí,
un gran número de industrias confiaron su recuperación
al apoyo de esta disciplina, vinculada en el país transalpino
con la primera generación de críticos al movimiento
moderno. Así, empresas como Fiat, Olivetti o Pirelli contaron
con las investigaciones formales que introdujeron algunas figuras
de la importancia de Gio Ponti, Ettore Sottsass, Giambattista
Pininfarina o Achille Castiglioni, que revolucionaron la imagen
de los productos industriales y volvieron a situar a Italia entre
los países más pujantes del mundo. El ejemplo italiano
sirvió de acicate para el diseño español,
que alcanzó a mediados de la década de 1980 una
relevancia similar a la transalpina, aunque la industria ibérica
no pueda competir a la altura de su rival italiano.
Compañías
como la francesa Citroën, la alemana Braun o la italiana
Olivetti adquirieron una reputación envidiable durante
la posguerra mundial por el éxito de sus productos, que
se debió en parte a su fe en el diseño. Su trabajo
fue reconocido con numerosos premios internacionales de diseño.
Diseño industrial y mercadotecnia
En
Gran Bretaña y los demás países europeos,
la Revolución Industrial probó con claridad el principio
de división del trabajo. Sin embargo, fue en Estados Unidos
donde Henry Ford revolucionó la producción de vehículos
con la introducción y desarrollo de las técnicas
de cadena de montaje en el automóvil Ford T de 1908. Estas
técnicas se introdujeron rápidamente en otros ámbitos
de la industria. La producción en serie exigía ventas
masivas, y los fabricantes estadounidenses de la década
de 1920 no tardaron en reconocer el potencial del diseño
industrial. Aunque en aquel momento ya se estaba desarrollando
un mercado para bienes de consumo, las empresas estadounidenses
tenían gamas de productos bastante similares entre sí
y vendían a precios constantes al tener una capacidad de
producción similar. Las presiones adicionales surgidas
del hundimiento del mercado bursátil en 1929 aumentaron
el deseo de las empresas de obtener ventajas en esos mercados
tan competitivos. Las empresas empezaron a aprovechar la experiencia
de un grupo de personas con conocimientos de primera mano en el
fomento de las ventas de un producto determinado. Entre estas
personas figuraban los escaparatistas de los grandes almacenes
o los artistas comerciales que dibujaban las ilustraciones de
los catálogos de venta por correo. Walter Dorwin Teague,
Norman Bel Geddes, Henry Dreyfus y Raymond Loewy comenzaron así
sus carreras y establecieron asesorías de diseño
industrial de gran éxito en Estados Unidos en las décadas
de 1920 y 1930 a partir de la colaboración con grandes
grupos empresariales.
En
aquel periodo se empleó por primera vez el término
“diseño industrial” para describir su trabajo,
que se centraba en productos de consumo, como automóviles
y otros vehículos, neveras, cocinas y una amplia gama de
productos domésticos mecánicos o eléctricos.
Las ventajas comerciales no sólo procedían del moderno
aspecto estilizado de un producto, sino muchas veces también
de mejoras claras en la fabricación o el montaje y de ideas
inteligentes sobre el empleo de los aparatos. Los productos de
los diseñadores industriales eran con frecuencia más
baratos de fabricar y más fáciles de usar que sus
predecesores, por lo que se vendían mucho más. Eso
hizo que la profesión de diseñador industrial obtuviera
un reconocimiento social inmediato. Aquel periodo se asocia muchas
veces con el aerodinamismo, que implicaba el uso de los estudios
del siglo XIX sobre formas naturales eficientes (como las de aves
y peces). Ese movimiento llevó a la aplicación de
formas aerodinámicas a los automóviles, trenes y
aviones, pero también al diseño estilizado de objetos
de consumo estáticos, como tostadoras o grapadoras, como
emblema de la modernidad.
Actualmente
el diseño industrial recoge otros aspectos como optimización
de materiales, criterios técnicos de comportamiento de
los objetos, mejora continua de los productos y nuevas prestaciones
de los mismos.
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